Memorias del Hermano Felipe Palazón
Memoria del Hno. Palazón
por el Hno. Manuel Fariñas
El Hno. Felipe Palazón Delatre nació en Zaragoza (España) el 3 de noviembre de 1915 y murió en Barcelona (España) el 1º de abril de 1989. En Cambrils, Tarragona (España), en el Aspirantado de La Salle tomó el hábito religioso. Obtuvo el título de maestro en el Magisterio de Tarragona y el licenciado de Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona. También se graduó en Teología del Instituto de los hermanos de las Escuelas Cristianas.
El hombre de temple
La vida se ha encargado de enseñarnos de lo definitivo que puede resultar alcanzar el punto ideal para poder responder adecuadamente a las exigencias extremas.
Y la vida también se encargó de poner ante nuestra mirada a esos hombres que logran esa “puesta a punto” perfecta.
El “Hno. Felipe se fraguó en un ambiente familiar sin concesiones; esa era la síntesis que él repetía . Vivió la fuerte experiencia de Dios al optar por su vocación religiosa y tuvo que pasar por el crisol de la guerra civil española.
Tres fuerzas, tres crisoles, tres fraguas capaces de quebrar o constituir definitivamente al hombre. Y Felipe no se quebró.
Hombre de trinchera, de primera línea de ataque; hombres acostumbrado al olor de la pólvora y al fragor del combate.
Le resultaba imposible pensar en retaguardia o intendencia. El estratega permanece siempre en los lugares de decisión. Esa fue su condena. Cuando su físico , explotado al máximo, ya no podía responder, se encontró con la realidad de que era imposible “retirarse” a una posición más tranquila. Hasta el último instante siguió buscando estar en lugares de decisión, de vanguardia o incluso de grupo infiltrado. Era ahí seguir o morir.
Hombre de Dios, sin dudas y sin regateos. Educador audaz y de una creatividad sin límites con una fe más allá de toda medida en el joven. Amigo fiel y de detalles increíbles, sorprendentes, con la perspicacia del adulto y el candor del niño.
Una vida intensa, inabarcable, radicalmente humana y entroncada en el plan de Dios.
Una vida envidiable e inolvidable para aquellos que le conocimos y le amamos.
A la hora de resaltar virtudes en quien experimentó de forma tan admirable la vida, me quedo con su “temple”. Jamás presentó fisura y cuando la vida golpeó y golpeó fuerte, se pudo escuchar su vibración limpia y entera. Solamente se alteraba la superficie del lago. En las aguas profundas de su ser seguía la paz; una paz y un sosiego contagiosos.
Incluso físicamente parecía obra del cincel con cortes precisos y definidos . En su alma logró combinar ambas realidades: la firmeza y la dulzura. Su mirada fiel reflejo de su mundo interior, transmitía ambas: decisión y amor.
Qué temple.
Qué difícil resulta en la vida llegar a la síntesis de concesión y firmeza; de amor y de exigencia.
Estoy seguro de que por el contenido pedagógico de primera calidad y por su definitiva opción por el plan de Dios, el Hno. Felipe será el guía y el compañero fiel de los educadores y de los jóvenes tarijeños.
Hno. Manuel Fariñas Pérez
Volver
Pequeña memoria del Hno. Palazón
por Miguel Castro Arze
Disciplinado, carismático, razonablemente severo, absolutamente comprometido con su labor, poseedor de un liderazgo deslumbrante, en fin, son algunas de las cualidades que bien retratarían a un hombre que sin duda transformó la educación en Tarija. Llegado a nuestra ciudad en 1973, el Hno. Felipe Palazón dejo su impronta no solo en el “Colegio Antoniano”, que más tarde se convertiría en La Salle, sino en el sistema educativo regional, pues su visión siempre fue la de traspasar los vetustos muros del colegio y ponerse al servicio de la comunidad. Algo que él ejerció con el ejemplo e impulso como un deber a quienes tuvimos el privilegio de ser sus alumnos.
El Hno. Felipe Palazón sin duda fue un innovador en una Tarija todavía adormecida y lejana de las nuevas dinámicas culturales y educativas que ya comenzaban a acontecer en el mundo, introduciendo herramientas y modalidades educativas sencillas pero que por su valor perduran hasta nuestros días. Ejemplo de ello es el “Cuaderno de Contacto” que no solo establece una relación del padre de familia con el colegio, sino que ayuda a convertir a la educación en una responsabilidad plenamente compartida.
También fue muy innovador el sistema de méritos, en virtud al cual toda buena acción era recompensada por una pequeña tarjeta asignada al alumno beneficiado, pero que al sumarse a la del resto de sus compañeros podía convertirse en un día de paseo a la cercana campiña tarijeña. Y por supuesto, las malas acciones, arrojar basura en el suelo, por ejemplo, implicaba la pérdida de un mérito, que no solo afectaba al que cometió ese error, sino al curso en su conjunto. Es decir, se trataba de una herramienta que no solo buscaba el decoro individual, sino el compromiso colectivo.
El servicio a la comunidad era igualmente innovador. Y para hacerlo efectivo se organizaban grupos que tenían que formular y desarrollar una idea hasta transformarla en un proyecto emprendedor. Entre los más destacados recuerdo a aquel que proponía una solución a la “María Pila”, una especie de arenas movedizas que amenazaban a los niños que jugaban en la ese entonces descampada Villa Fátima, un verdadero problema para la comunidad y que fue solucionado con empeño e imaginación. Igualmente abundaban los proyectos productivos como una propuesta de turismo en base a los fósiles de nuestro erosionado valle, la tierra blanca para el lavado eficiente de vajilla, la cría de tilapia para mejorar la dieta, la miel de abeja y un largo e imaginativo etcétera.
Pero entre las cosas que más valoro del Hno. Felipe Palazón es que nos ayudó a mirar más allá de nuestra estrechez provinciana, a desear el extenso mundo y a comprender otras realidades. En una época donde acontecía la descolonización africana y surgían incesantes nuevos países, él nos impuso el deber de aprender los nombres de todos ellos y de esa manera adentrarnos en un realidad lejana, pero de la que teníamos mucho que aprender.
Un escueto aviso necrológico en un diario barcelonés da cuenta de la partida del “gormé de La Salle FELIPE PALAZÓN DELATRE” acaecida en 1990, cuando tenía 78 años. La partida de un hombre sin duda visionario y que hoy hace que me sienta orgulloso de que mis hijos se eduquen en un colegio que no solo lleva su nombre, sino que fundamentalmente se erige inspirado en su pensamiento y acción, unido al ejemplo de otra gran educadora, como en su tiempo lo fue Maritza de Ávila.
Miguel Castro Arze
Volver